Catcalling es un término inglés que en el mundo germanoparlante significa „acoso sexual verbal“ en espacios públicos (Ismail 2020). En inglés, el término street harassment también se utiliza a menudo para el fenómeno del catcalling, aunque también incluye las agresiones físicas en público (cf. DelGreco/Ebesu Hubbard/Denes 2021, 1403).
El catcalling describe declaraciones verbales y paraverbales que sexualizan a la persona en cuestión y/o hacen referencia a características físicas. Ejemplos de ello son frases como: „¡Sonríe, jovencita!“, „No seas así, con ese vestido lo estás pidiendo a gritos“, „¡Culo caliente, maricas!“ o „¡Eres tan guapa como mi coche!“. (cf. CatcallsOfHildesheim 2020)
Acoso sexual, acoso callejero, catcalling
El acoso sexual, el acoso callejero, el acoso de extraños y el catcalling no pueden distinguirse claramente entre sí. Mientras que el acoso sexual incluye también las agresiones físicas, el acoso callejero se refiere más al lugar del acoso, es decir, el espacio público. El acoso de extraños, por su parte, determina una relación inexistente entre el autor y la víctima. El acoso sexual funciona como un término paraguas bajo el que se pueden subsumir el acoso callejero, el catcalling y el stranger harassment.
Cabe señalar en este punto que, en estos contextos, es mejor hablar de acoso sexualizado que de acoso sexual. El trasfondo de esto es que no se trata principalmente de una cuestión de sexualidad sino de acoso; sin embargo, el término „acoso sexual“ es más común en el uso general.
La motivación y la percepción de los autores
Los autores del „catcalling“ tienen diferentes motivos.
Tanto los denominados factores personales como los factores situacionales desempeñan un papel importante (cf. Wesselmann/Kelly 2010, 452). Entre los factores situacionales, Wesselmann/Kelly incluyen las convenciones normativas específicas del grupo y la sensación de los agresores de que pueden actuar de forma anónima y deindividual en un grupo (ibíd., 453). Además, un fuerte sentimiento de pertenencia a un grupo reduce el umbral de inhibición para acosar a semejantes (ibíd., 457). Los factores personales son más complejos de definir y su ponderación aún no se ha aclarado de forma concluyente. DelGreco/Ebesu Hubbard/ Denes citan la pérdida de poder como motivación intrínseca del acoso entre los agresores, predominantemente masculinos; es decir, que los agresores a menudo intentan compensar un déficit de poder que perciben acosando para sentirse al mismo tiempo superiores a los afectados (DelGreco/Ebesu Hubbard/ Denes 2021, 1419).
En una autoevaluación de los perpetradores masculinos, el acoso a menudo no se valora como tal: el catcalling es más bien entendido por estos hombres como un cumplido positivo que se supone que expresa aprecio y afecto.
Consecuencias para los agresores – Consecuencias para las víctimas
El acoso callejero tiene características que se solapan con el acoso sexualizado, como la especificidad de género (cf. DelGreco/Ebesu Hubbard/Denes 2021, 1420). No obstante, el acoso sexualizado suele tratarse de forma diferente desde el punto de vista jurídico que desde la perspectiva/sugerencia social (cf. Fileborn., 224). En algunos países existen leyes y proyectos de ley que protegen a empleados y estudiantes en caso de violencia sexualizada, pero hay menos base jurídica en el caso del acoso callejero (cf. Sonntag 2020).
Por lo tanto, para los delitos de acoso callejero y, en especial, el „catcalling“, las posibilidades legales de actuación son limitadas según la base jurídica actual.
Por otro lado, los afectados sufren mucho por la atención no solicitada que reciben. En un intento de hacer frente a la situación, algunas víctimas tienden a adoptar conductas de autoobjetivación y/o a desarrollar trastornos alimentarios, ya que los comentarios no deseados a menudo hacen referencia a los cuerpos de las víctimas y los sexualizan, de modo que esta perspectiva sobre sus propios cuerpos también es adoptada por las víctimas (Fairchild 2008, 355).
En algunos ámbitos de investigación, se asume ahora que las consecuencias negativas derivadas de ello, como la depresión o los trastornos de la conducta alimentaria, justifican incluso el reconocimiento del acoso callejero y, especialmente, del acoso por parte de desconocidos como una forma separada de discriminación contra las mujeres y contra quienes son leídas como mujeres (ibíd.).
Acoso con tiza: Chalk Back
El catcalling y el acoso callejero es un problema de alcance internacional y los estudios demuestran que en todo el mundo al menos el 65% de las mujeres (a veces hasta el 90%) ya se han visto y/o se ven afectadas por el acoso callejero (cf. DelGreco/Ebesu Hubbard/ Denes 2021, 1403).
Aunque estos actos tienen lugar a diario en los espacios públicos, a menudo duran sólo unos segundos y, por lo tanto, no siempre son fáciles de comprender. Aquí es donde entran en juego los activistas del colectivo Chalk Back. Chalk Back es un movimiento internacional dirigido por jóvenes. Los activistas utilizan el arte de la tiza en el espacio público para luchar contra los insultos y el acoso callejero, documentando estas experiencias sobre el terreno con tiza comercial, allí donde ocurren (ibíd.). De este modo, reclaman el espacio para los afectados, que pueden empezar a evitar los lugares a causa de las experiencias, y hacen que el acoso sea visible para todos, mientras que de otro modo desaparece inmediatamente y se vuelve invisible para el público en general en el momento en que se habla de él.
Para dar permanencia a la acción con tiza lavable, comparten fotos de su arte con tiza en las redes sociales, especialmente en Instagram.
De este modo, inician debates sobre el acoso y el gatopardismo en espacios públicos, así como en las redes sociales, y conciencian sobre el tema, incluso en talleres. Basándose en la cuenta de Instagram @catcallsofnyc, cada cuenta de Chalk Back se llama @catcallsof*location*. Las actividades de Chalk Back pueden seguirse ahora en 6 continentes, en 49 países y en más de 150 ciudades.