El blackfacing consiste en maquillar a una persona blanca con pintura negra para darle la apariencia de tener un color de piel diferente. Esta práctica está muy extendida en toda Alemania y se utiliza, por ejemplo, en producciones teatrales, desfiles de carnaval o grupos que cantan villancicos. Además del cambio visual, el blackfacing también tiene una dimensión política que ha provocado un intenso discurso en los últimos años (cf. Voss 2014, 103).
Tradición colonial
„Blackfacing / Blackface es una mascarada teatral y de entretenimiento que se originó en los EE.UU. del siglo XIX, pero también se adoptó en Europa al comienzo del dominio colonial europeo“. (Khabo Koepsell 2015, 48) En los llamados „espectáculos de juglares“, los actores blancos se maquillaban con pintura negra o carboncillo y „representaban estereotipos racistas de la población negra“. […] El color negro de la piel, en la tradición del blackfacing, siempre ha representado primitivismo y limitación mental“. (Khabo Koepsell 2015, 48) Así pues, el blackfacing contemporáneo hace uso de tradiciones racistas y las reproduce.
Blackfacing en Alemania
En los últimos años, los actos culturales celebrados en Alemania en los que se ha utilizado el „blackfacing“ han sido objeto de un debate extremadamente crítico. Por ejemplo, la producción teatral Ich bin nicht Rappaport (Yo no soy Rappaport) del Teatro Schlosspark de Berlín el 5 de enero de 2012 o el programa de la ZDF Wetten, dass…? en diciembre de 2013, en el que ciudadanos de Augsburgo se disfrazaron de Jim Knopf y Lukas el conductor de locomotora. Aunque en Alemania el „blackfacing“ no sigue directamente la tradición de los „minstrel shows“ estadounidenses y la intención de los responsables de los ejemplos mencionados no puede considerarse racista, el „blackfacing“ se basa en estereotipos e ideas racistas moldeadas por el pasado colonial.
El racismo es independiente de la intención
Las personas de color (por ejemplo, los activistas de la asociación Bühnenwatsch) critican „el poder de los blancos para definir el racismo“ (Ganz 2012, 127) y señalan que el racismo es a menudo estructural y puede perpetrarse independientemente de la intención. Por ejemplo, Hylton observó que los espectadores de los partidos de tenis de Serena Williams se pintaban la cara de negro, y señaló: „Algunos sostienen que pintarse la cara en las carreras de coches y en otros acontecimientos deportivos y de ocio es de buen carácter y divertido para todos. Para estas personas, el „blackfacing“ entra en la categoría de diversión inofensiva e inocua. Sin embargo, otra lectura es que ninguna representación de blackface puede ser neutral en cuanto a su impacto en las comunidades étnicas negras y mioritizadas. Es innegable que las comunidades negras y minorizadas son sensibles, y por tanto vulnerables, a la representación de caras negras“. (Hylton 2018, 11)